jueves, 10 de septiembre de 2009

Pobreza, Hambre e Infancia

LAS MARCAS INVISIBLES DEL HAMBRE

"Los efectos de la desnutrición son mortíferos, y no reversibles. Si un infante tiene hambre, las conexiones interneuronales no terminarán de conformarse y tendrá retrasos para toda la vida. Será también vulnerable a enfermedades que resistiría normalmente y pueden matarlo.
En 2009, en un continente con condiciones ideales para producir alimentos como América latina, el hambre aumentó en un 13%, alcanzó a 53 millones de personas. Hay 9 millones de niños desnutridos, y otros 9 millones adicionales en riesgo de desnutrición.

Creer que el solo crecimiento económico resuelve el problema no corresponde a los hechos. Es muy importante que la economía crezca, pero no basta. La región creció a un 4,8% en 2005, 5,6% en 2006, 5,7% en 2007. Sin embargo, los desnutridos aumentaron en ese período en 6 millones, llegando a los 51 millones.

En América latina, la desnutrición y el hambre están fuertemente concentradas en los pueblos indígenas, en las áreas rurales pobres, las villas miseria, y periferias urbanas marginales.

Por otra parte, son "invisibles". Sólo aparecen en las estadísticas de muerte y enfermedad, y en la de menor talla que tienen los chicos pobres.

El acceso a una alimentación saludable no es un tema más. Es el más básico, es una de esas inequidades que -como señaló Marmot, presidente de la Comisión de la Organización Mundial de la Salud, sobre determinantes sociales- "matan gente en gran escala".

La única respuesta posible es la indiferencia cero. Demandar políticas públicas vigorosas y activas, apoyarlas, y contribuir desde las empresas, la sociedad civil y todos los sectores, a impedir que este drama éticamente intolerable continúe a diario."

Por Bernardo Klikberg
El autor recibió el Premio 2008 a la Trayectoria Ciudadana
FUENTE: Diario La Nación, 15 de agosto de 2009 (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1162276)

Es importante para llegar a una solución real que el Estado tome un papel protagónico en esta lucha cotidiana. Los esfuerzos individuales y de las Organizaciones no Gubernamentales no son suficientes. El Estado es el encargado de coordinar una política, de diseñar campañas, de planificar y llevar a cabo cualquier tipo de proyecto que apunte a la reducción progresiva de la indigencia y la pobreza. Siempre pensando en el corto plazo, pero sin descuidar el futuro. Las políticas a largo plazo también son indispensables para combatir definitivamente esta terrible situación. Es importante entonces, una continuidad, un trabajo mancomunado... Más allá de cualquier bandera partidaria.