domingo, 5 de julio de 2009

TERCER AÑO

Esta semana la dedicaremos a la realización de un trabajo integrador sobre el continente Antártico.
El mismo será individual y tendrá fines evaluativos. El martes 7 de julio estaré subiendo al blog las consignas del mismo y tendrán 24 horas para completarlo y enviar por correo electrónico el trabajo final.
En consecuencia, el miércoles 8 de julio será la última fecha de entrega (en cualquier momento del día). Pasada esa fecha, al alumno le corresponde un Ausente.

Mientras tanto, les aconsejo tener disponibles todos los materiales: el cuestionario completo, los apuntes, el trabajo de investigación inicial, los mapas y el libro de texto.

También, y preparándonos para el trabajo del martes, los invito a leer dos textos más. No se asusten... son texto cortos:
- el primero de ellos es recomendado por este blog (ver columna derecha, debajo del reloj) titulado "Argentina y el Sistema del Tratado Antártico" (clickear allí para leerlo). De aquí me interesaría que rescataran los objetivos argentinos sobre el continente blanco.
- el segundo texto pertenece al Diario La Nación y se publica a continuación.

Antártida: la vida bajo cero
Hace un siglo, la Argentina inició su presencia permanente. Cuarenta países siguieron su ejemplo. Hoy es el único continente libre de armas, fronteras y contaminación. ¿Cómo es vivir en el hielo? ¿Por qué atrae cada vez más a científicos, gobiernos y ecologistas?
Domingo 18 de julio de 2004 Publicado en edición impresa del Diario La Nación.

[…]
Unico continente libre de armas, dinero, fronteras, catástrofes ecológicas y terremotos, es también el más frío (88º C bajo cero), el de mayor altitud media (2050 metros sobre el nivel marino), el más ventoso (las ráfagas superan a veces los 300 km por hora) y el más seco (caen menos gotas que en el Sahara, hay zonas donde no ha llovido en los últimos dos millones de años y reina una humedad atmosférica absoluta diez mil veces menor que la del círculo ecuatorial). Además, la extrema asepsia de su ambiente impide incluso el resfrío más leve y hace que los animales muertos tarden una eternidad en descomponerse. Para colmo de extrañezas, en su corazón -el polo sur- imperan una sola noche y un solo día, de seis meses.
No acaban aquí los prodigios. Gracias a 20 millones de kilómetros cuadrados de mar congelado, la Antártida logra casi triplicar su extensión en invierno y saltar del cuarto al tercer puesto en el ranking continental, arriba de Africa. Sus espaldas cargan hielo y nieve suficientes para cubrir los restantes continentes con una alfombra blanca de 33 metros de espesor y, si se derritieran, aumentar 60 metros el nivel de los océanos. Hospeda el 90% del hielo planetario, el 70% de las reservas de agua dulce (bastante para un millón de años al ritmo actual de consumo) y produce, en forma de témpanos, un volumen equivalente a la mitad del agua que usa el mundo cada año. Por algo los ojos de la humanidad, cuya cuarta parte bebe ya agua contaminada, miran hacia el lejano Sur. Hasta se plantea la posibilidad de remolcar icebergs para transformar desiertos en vergeles (jardines). ¿Desatino? No tanto: el más grande que se avistó tenía una superficie mayor que la provincia de Tucumán (22.500 km2= ciento veinte veces más grande que la Ciudad de Buenos Aires).
Los bichitos antárticos no desentonan con su desmesurado hábitat. Algunos son estrellas del Libro Guinness de los Récords. A la cabeza figura la ballena azul, la criatura más grande de todos los tiempos. La secundan el albatros errante (el ave de mayor envergadura e incubación más lenta), la orca (el animal oceánico más veloz), el elefante marino (la mayor foca viviente), la foca cangrejera (representante más prolífico de la familia, con una población estimada de quince millones de individuos) y el gaviotín antártico, que viaja más de cuarenta mil kilómetros entre polo y polo, hazaña sin par entre las especies migradoras; no existe ser que goce de más luz diurna en su vida, ya que pasa prácticamente todo el año en los veranos polares. Por su parte, el pingüino emperador es, de todos los antárticos, el que vive más cerca del polo sur y el de mayor tamaño y espectacularidad.

De otro mundo
¿Para qué sirve este entrevero de hielo, inmensidad y rarezas? No sólo para apagar la sed del planeta cuando hayamos liquidado ríos, lagos y napas subterráneas. El continente blanco y su cinturón marino conforman el sistema de enfriamiento de la nave terrestre, una fábrica de climas y una pieza clave para la circulación de corrientes acuáticas y atmosféricas. También, el último laboratorio natural sin alteraciones que le queda al orbe (globo terráqueo). Vale decir, una oportunidad única para la ciencia.
En las sucesivas capas de hielo están agendados los cambios climáticos desde hace milenios. Su estudio permite determinar, por ejemplo, que unos 18.000 años atrás la Tierra era más árida que hoy, o predecir el clima del futuro. Igualmente, puede datarse la aparición de residuos industriales y polvo radiactivo. Además, los meteoritos caídos sobre el manto antártico no han sufrido contaminación alguna. Se encontraron hasta ahora más de siete mil. Entre ellos, fragmentos de la Luna y de Marte, y rocas que demuestran la existencia de materiales orgánicos en el sistema solar cien millones de años antes de que surgiera la vida en nuestro mundo.
La Antártida hasta contribuyó a la conquista espacial. En sus inhóspitos Valles Secos -lo más parecido a Marte en la Tierra- la NASA probó buena parte del instrumental con que la Viking II rastreó síntomas de vida en la superficie marciana.
Actualmente los científicos están concentrados en las secuelas del llamado "efecto invernadero”. […] El recalentamiento planetario, al parecer, tiene la culpa de que hayan comenzado a desprenderse témpanos de tamaño anormal. Y los rayos ultravioletas, de la retinitis que afecta a algunas gaviotas. En el continente blanco, aseguran los entendidos, se asiste a la avant première de los efectos del cambio global.

Ser o no ser
En 1988, con el beneplácito de las compañías petroleras, los países del Tratado Antártico aprobaron la explotación minera del continente blanco, abriendo así la puerta a la degradación ambiental y, quizás, a los conflictos armados. Tres años más tarde recapacitaron y alumbraron el Protocolo de Madrid, que convirtió, la Antártida en una "reserva natural, consagrada a la paz y la ciencia" y, entre otras restricciones, prohibió toda actividad relacionada con sus recursos minerales durante cincuenta años.
Para algunos sólo se trata de un aplazamiento de la condena… […] Sin embargo, los ecologistas abrigan esperanzas: "Si la humanidad comprende el rol fundamental de la Antártida en la existencia del mundo, a nadie se le ocurrirá cuestionar su protección a perpetuidad en el 2041, cuando se revise el acuerdo", conjeturan, con la mira puesta en un vasto parque mundial.

Argentinos on the rocks
Con la inauguración del Observatorio Meteorológico y Magnético de las Islas Orcadas del Sur, el 22 de febrero de 1904, la Argentina se transformó en el primer país que establecía una base científica en la Antártida. Hoy suma trece (6 de actividad permanente y 7 temporarias), surtidas periódicamente de personal y pertrechos por el rompehielos Almirante Irízar (actualmente en reparaciones por incendio en 2007). Algunas resultan pequeñas aldeas. Es el caso de Esperanza, donde se celebró el primer casamiento del continente blanco y donde, en enero de 1978, nació el primer bebe (Emilio Palma, hijo del entonces comandante de la base).
Allí, a 3229 kilómetros de la Capital Federal, se pueden captar las radios y los canales de televisión porteños, navegar por Internet, hablar con parientes y amigos desde la estación de radio o de un teléfono público, rezar en la primera capilla católica de la Antártida, recibir atención médica de cierta complejidad y, si resulta necesario y el clima lo permite, ser evacuado en cualquier estación del año por un avión Twin Otter, que "aneviza" (aterrizar en la nieve) en el cercano glaciar Buenos Aires. Hasta existe un jardín de infantes y una escuela primaria (la provincial Nº 38 de Tierra del Fuego). No extraña: 12 de sus 54 habitantes permanentes son chicos.
Así y todo, no forman cola los dispuestos a soportar inviernos con una temperatura promedio de 20º C bajo cero y ráfagas más veloces que un campeón de Fórmula 1. "Tras un siglo de experiencia antártica, la vida en las bases argentinas está bastante resuelta -comenta el psicólogo Juan Santoro, un veterano de la Ultima Frontera-. Pero es duro estar privado tanto tiempo del contacto con familia y amigos, en medio de una naturaleza hostil, que obliga a largos y aburridos encierros, y con una sensación de extrema vulnerabilidad. Una situación límite o de incertidumbre (como el incumplimiento de la fecha de regreso, algo común donde el clima manda) puede desencadenar estados emocionales difíciles de manejar. Hay que estar bien preparado para vivir entre hielos."

Por Roberto Rainer Cinti

Síntesis y adaptación: Prof. Lorena Aguirrebeña

E-mail de contacto: profaguirrebena@gmail.com